Era monja, vivió en el siglo XII, se llamaba Claricia y trabajaba en el scriptorium de un monasterio de Augsburgo. En un libro de salmos, en cuya elaboración participó como iluminadora, quizá también como copista, se dibujó a sí misma colgada de una enorme letra Q inicial. De momento, es el primer autorretrato femenino del que se tiene constancia.
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